Al final, de nuevo caeré,
como las hojas de los árboles,
desplomándome y desgarrándome
por la fuerza del aire.
Bretado mi cuerpo, casi marchito,
la lluvia lo ha lastimado,
el sol lo ha agotado,
sin piedad como las penas a los hombres.
En su infinito descanso
duermen las hojas,
pero, el hombre quiera o no
en la tierra seguirá deambulando.
jueves, 27 de marzo de 2008
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