-¿Quieres irte?- le pregunté, no respondió; quiero que me digas: me quiero ir, que ya no podemos seguir, o lo que sea, pero dimelo.
-Y así me lo dijo- ni enojado, ni feliz, ni aliviado y entendí que no podía retenerlo, porque ya no estaba, ya se había ido.
Quedó sólo bendecirlo y bendecirme, ya que sería la última vez que nos veríamos.
y pensarás que estabas besando a un tonto... el que de poco se olvida por mucho que pasen los años de largo en su vida...
domingo, 12 de junio de 2011
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